A cinco años de aquella histórica jornada en que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declaró a los Palmeros de Venezuela Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, la tradición de fe y ecología que ancla al pueblo no solo respira, sino que se ha fortalecido como un juramento sagrado con la identidad y las generaciones que heredarán la tierra.
Los honores, que brillan sobre los Palmeros de Chacao (Miranda), La Asunción y del Valle del Espíritu Santo (Nueva Esparta), son más que un reconocimiento: son el ancla de una fe ancestral y el testimonio vivo de una labor ecologista vital para la majestuosa Cordillera de la Costa.
Latido biocultural: Un compromiso para la eternidad
Con un sentimiento que brota de la montaña misma, el secretario de Organización de la Asociación Civil Palmeros de Chacao, Richard Gregorio Delgado García, compartió la profundidad de esta conmemoración y reconoció que el espaldarazo de la UNESCO no fue, para ellos, la meta final, sino el inicio de una nueva era: El «fortalecimiento de ese compromiso».
La inclusión del «programa biocultural para la salvaguardia de la tradición de la palma bendita» en la lista de buenas prácticas ratificó la herencia inmaterial que late en cada palmero.»Dijimos públicamente que era un compromiso, nosotros ahorita ratificamos que es un fortalecimiento, ese compromiso con las generaciones futuras, con nuestra identidad, con nuestro trabajo de nuestras generaciones y todo lo que fue el legado de este pueblo de Chacao, con ese amor y esa fe», aseguró Delgado.
Este programa de buenas prácticas se convierte en el guardián del desarrollo sustentable y la transmisión del conocimiento sobre la Palma Bendita (Ceroxylon serotinum), una especie de tronco alto, que crece hasta los dos mil 500 metros en el Waraira Repano.
Delgado García tejió el relato desde los «mozos» de la colonia que bajaban las palmas para la misa, tal como lo inmortalizó Manuel Díaz Rodríguez en su novela Peregrina de 1919 y la fe se entrelaza con la historia, recordando a José Antonio Moedano, a quien la tradición oral señala como el pionero de esta práctica tras la primera misa de Domingo de Ramos, recogiendo las palmas de la montaña.
Esperanza en los palmeritos
La verdadera esencia de este legado reposa en la educación de los más pequeños y el programa comienza con los «palmeritos», niños de 6 a 11 años, quienes aprenden con asombro la relación vital y sagrada entre la palma, la comunidad y el bosque nublado.
La formación es un camino pedagógico lleno de cariño y respeto por la naturaleza:
- 6 años: Brotes (aprenden de la semilla)
- 7 años: Palmeritos
- 8 años: Semilleros (adquieren el conocimiento del ecosistema)
- 9 años: Guardapalmas
- 10 años: Custodios
- 11 años: Promeseros
A los 12 años, los jóvenes abrazan el programa Pioneros de Montaña, ascendiendo a guías, hasta alcanzar el sagrado estatus de Palmero a los 17 años, cuando asumen con madurez el liderazgo de la investigación cultural, ambiental y religiosa.
Corazón verde
El compromiso ambiental mencionó el secretario de Organización de la Asociación Civil Palmeros de Chacao, se manifiesta en el amoroso Plan de Manejo de Viveros, en el que los palmeros, como custodios de la vida, gestionan viveros en el Parque Humboldt y a dos mil metros de altura en el Hotel Humboldt, cultivando las palmas y potenciando la reforestación y el conocimiento de la flora, de la mano de expertos como el profesor Bruno Manara.
Este esfuerzo desborda las fronteras de los viveros y se extiende con las rutas educativas turísticas, como «La Ruta Los Palmeros siguiendo el Camino Humboldt».
Desde 2004, miles de niños han conocido el ecosistema y se han contagiado del lema que los guía: “Donde va el primero, lo seguimos nosotros”. Además, la Asociación busca la cogestión de la montaña junto a INPARQUES y el Ministerio del Poder Popular para el Ecosocialismo.
Delgado García evocó la gesta del ingeniero José Rafael García, quien en 1958 logró la declaratoria del Parque Nacional, y llamó a la población a convertirse en «guardaparques voluntarios», fomentando la educación sobre la flora y fauna para proteger y convivir en armonía con el Waraira Repano.
Manto de identidad
Richard Delgado reconoció con gratitud el esfuerzo del presidente del Centro de la Diversidad Cultural, Benito Irady, y de la Alcaldesa de Caracas, Carmen Meléndez, quienes en 2010 impulsaron el registro de los primeros expedientes de Patrimonio Inmaterial.
Asimismo, subrayó que, gracias al apoyo del Comandante Hugo Chávez, se consolidó la Red Nacional del Patrimonio Cultural Inmaterial, que hoy florece, uniendo estados como Miranda y Nueva Esparta, potenciando el gentilicio de la venezolanidad.
No obstante, la emoción dio paso a la alerta, por lo que Delgado García advirtió sobre la comercialización ilegal de la palma en zonas aledañas al Parque Nacional, donde grupos inescrupulosos se infiltran para vender las hojas, «echando el plato roto» a los palmeros legítimos.
Este es un «talón de Aquiles bien peligroso» para el futuro de la tradición, aseguró el ambientalista, quien destacó que esa acción mella el enfoque educativo y sin fines de lucro en las escuelas se alza como la principal defensa de la integridad del patrimonio.
El legado de los Palmeros de Venezuela es un emotivo, profundo y trascendente testimonio de cómo la fe y la labor ecológica se funden en el alma nacional, garantizando que el amor a la montaña y el conocimiento ancestral sean un tesoro que pasará intacto a las manos de las nuevas generaciones.
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